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lunes, 4 de marzo de 2013

New Age

Ayer, volviendo de Pineda hacia Barcelona hice un reminder de los últimos sucesos por estas fechas, despidiéndome de mi primer cuarto de siglo para empezar el segundo. La primera canción que me vino a la cabeza, fue, una vez más, de La Oreja de Van Gogh


Cumplir un año menos

Aunque no lo quiesiera, pero más de una vez, esta canción me hace dar vueltas a hechos. Por mucho que diga que me hubiera quedado en los 22, no me duele haber llegado hasta aquí, ni mucho menos, sólo que los 22 fueron algo especial en el que mi bonanza económica estubo en su mejor momento y con ella pude permitirme viajes que nunca más he tenido la oportunidad de repetir, aún así no fueron los últimos, pero quiero sumar el hecho que tuve uno de los mejores años universitarios y los desahogos de mis fines de semana eran posible hacer una desconexión total sin que salpicara en el resto de mis ámbitos vitales.

El hecho de volver atrás, no sé hasta que punto intenaría reparar algún hecho, o no, igual intentaria cometer los mismos errores antes, igual no me hubiera callado muchas veces que me he mordido la lengua o igual no hubiera dejado entrar a según que gente en mi vida, o en su defecto, no haberles dejado estar tanto tiempo.

No quiero que mañana sea ayer, ni que mis lágrimas vuelvan a mis ojos, ni tampoco crecer hasta nacer, tan sólo me gustaría volver atrás pero como expectadora de mi vida.

Ayer me vino a la mente, junto a esta canción mis dos últimos cumpleaños: los 25 y los 24. El año pasado me desperté al lado de una persona equivocada, intentado buscar una calor que había perdido, además de tener que quedar con mi expareja por el acoso comunicativo que estaba sufriendo. Mientras estaba intentado tener algo de intimidad, el mobil no dejaba de sonar, hasta sentirme obligada a cogerlo y quedar aquélla tarde 5 horas con la peor persona que ha conocido nunca.

En cuanto a los 24, fueron algo especiales, los primeros que pasé en mi tierra, Galicia, con mi padre. Tenía una pareja, o eso creía yo. En el minuto cero de las 12 estaba esperando una llamada para que me felicitasen, me fui a dormir cuando llegué a Galicia con el teléfono al lado hasta que me desperté y volví a mirar el celular con la esperanza de ver un SMS o una llamada perdida, pero nada. Seguía pasando el día, y el teléfono sonaba pero no con el nombre que yo anhelaba.

El día acabó, y sin noticias de él. Aquélla noche se fue a su pueblo a salir de fiesta y a emborracharse para variar. El día siguiente me llamó para decirme lo bien que se lo había pasado y decirme que me había enviado un SMS. No lo podía creer, pero mi conciencia me obligó a dar un voto de confianza, uno más. Tampoco hubo un regalo, que no es lo importante, pero sólo que entre todo falta el detalle típico de una relación, tan sólo una relación, sin adjetivo alguno.


Hoy empiezan mis 26 y hasta el momento no tienen nada que ver con los dos últimos 4 de marzo de mi vida. Para empezar, al primer cuarto de hora del cambio de día del calendario estaba fumandome un cigarro junto a la persona que más quiero, y al madrugar, ante el asco de madrugar, porque no hay otro adjetivo, lo he hecho entre los brazos de la persona que me ha hecho más feliz, lo que hace que el sonido del despertador no sea una tortura, sino el salir de un sueño y ver que la realidad es mejor que cualquier sueño a imaginar.

Con el aliciente de estar bien acompañada las primeras horas de este día he ido a coger mi coche, algo que el año pasado no tuve dado que mi coche anterior le dieron matarile en la revisión, algo que también me tumbó, pero dejando este detall atrás, cuando he salido del párquing y he entrado en la Gran Vía de la ciudad condal he encendido la radio y creo que no podría haber otra canción mejor para empezar un día como hoy, de la mano de Bon Jovi.


Hagamos caso al roquero de New Jersey... pero no sólo un día, sino todo el año y a ser posible toda la vida. Y hasta la fecha, hemos visto que es posible.

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